Había una vez una semillita que estaba bien dormidita
adentro de su casita, su casita estaba bajo la tierra.
Un día llegó el sol y con sus brazitos tibios comenzó a
hacerle cosquillas en la pancita. ¡Despiértate, dormilona!- le decía, pero la
semillita remolona no quería abrir su casita. El señor sol comenzó a calentarla
más y más y de pronto la semillita estiró de a poquitito una patita, esa patita
se llama raíz.
Luego vino la señora lluvia y le mojó la carita con sus
suaves gotitas. ¡Arriba, arriba hay que levantarse!
-UUUUUUAAAAHHHHH, UUUUUJJJJJ - bostezaba la semillita y
poquito a poco, fue estirando sus brazitos y rompiendo un poquitito su casita
tibia.
El señor Sol y la señora lluvia la alentaban para que pronto
saliera de abajo de la tierra, y estirara sus brazitos aún más.
Una tortuguita que pasaba por allí se sentó a esperar que
semillita apareciera, total ella no tenía mucho apuro, también vinieron algunas
mariposas.
De pronto unos pequeñísimos brotecitos comenzaron a asomarse
en la húmeda tierra. ¡Bienvenida! le dijeron todos, ahora sí me puedo estirar
bien, dijo semillita! Y se estiró, se estiró como nosotros después de
levantarnos de una linda siesta.
A semillita comenzaron a salirle unas verdes hojitas y por
último para recibir a la señora primavera que estaba por llegar, se vistió de
hermosas flores, de muchos colores. La tortuguita y las mariposas, aplaudían
muy contentas, y el señor Sol y la señora lluvia, sonreían muy satisfechos por
haber ayudado a semillita a crecer feliz.
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